Sencillo y cotidiano. Hablas de Carlos y del transporte: "No te imaginas cuanto tardamos en el paradero". Me hablas y yo me limito a abrir mis sentidos. Me pides que cierre la ventana y, mientras obedezco mecánicamente, aparece la revelación que brota de tus labios: "¿Sabes? No parecía real". Sigues hablándome y yo, perdido y pensativo, me imagino frente al computador escribiendo e intentando recordar la forma, sutil e inocente, como pides un favor.
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