jueves, 3 de diciembre de 2009

Florilegios

¡Preciosidad! ¡Que se me explique el origen de nuestros miedos! Aquella angustia que se toma nuestras entrañas ante el menor indicio de vulnerabilidad. Caracol fuera de casa. Y fuera de casa somos blanco de los ataques crueles que nos tiende la mente trastornada. Curiosa locura la que nos grita «atrás» y que sin embargo nos traiciona y atrae sobre nosotros el malestar.

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Lazos de familia. Extensas líneas saldrían al intentar desentrañar los misterios que se esconden al interior de una colectividad tan antigua y compleja. Casi inconscientemente damos el primer paso: reconocer su existencia. Pareciera que esta existencia, sólo es posible a través de mentiras y mimesis entre los enlazados. Más que lazos dan la impresión de cadenas y grilletes: «Vine por no dejar de venir». Ataque furioso, defensa desesperada o pasiva, según la situación. Y sin embargo se mantienen unidos. Por espejismos y situaciones circunstanciales. Unidos.

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Cuando se choca de frente con la verdad –aquel choque aparatoso y accidentado– nos llevamos la experiencia más profunda de nuestras vidas; omitiendo, claro está, la muerte misma. Ya que es inevitable esta colisión, tenemos dos posibilidades, aunque no podemos pretender evitar sus consecuencias.
O se apodera de nosotros una sensación de desilusión y angustia frente a este nuevo y gran miedo; o se tiene una impresión primaria de paz y sosiego, consolándonos en las fútiles bondades de lo revelado. No importa si recibimos o entregamos el mensaje, la verdad estará latente para despertarnos a la conciencia.

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Sólo la muerte es capaz de mostrar la voracidad de pan y la descarada actitud del espíritu humano que ante el mínimo gesto se apropia, incluso frente a desconocidos.

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Sacrificio. Dolor. Error. Quimera. Conceptos que aparecen intermitentemente, son lucecillas que iluminan el camino creativo. Todo tan excelentemente condensado en la sencilla metáfora del huevo y la gallina. Los conflictos existenciales del artista, que usualmente adquieren el aburrido rótulo del cliché, son revalorados desde la sencillez natural. Esta entrega devocional hacia la obra es ingrata, se en vano. Pues tarde o temprano perderemos el huevo. Nos será arrebatado, y nosotros seremos cómplices.

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Amputectura. Neologismo que ilustra categorías siniestras del ser humano. La unidad del cuerpo y de la mente es usualmente sinónimo de buena salud. Cuando se construye la vida y el pensamiento a partir de la pérdida de nuestros miembros, se entra en dimensiones en que el alivio y la pérdida son conceptos relativos. No emitiré juicios, pues yo también espero la mano que me ha de guiar en el proceso.

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Si representaremos el paralelo entre silencio y vacío, la simple gráfica nos mostraría que entrambos no hay palabra que valga. Sólo la imagen del abismo.

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Nos protegemos de la inmundicia nos protegemos de la vida. Ese infantil espejismo de alejarnos de aquello que nos produce impresiones azarosas como la enfermedad y los vértigos. Lástima que tan pocos sean capaces de comprender que las grandes reflexiones vienen de los rescoldos de estas sensaciones proscritas y de conversaciones rodeadas del halo del dolor animal. ¡Mira qué cosa hablar con un insecto!

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La pasión, la gloria y la renuncia. Una tríada encadenada, se asemeja a los piñones de un reloj. A medida que el tiempo corre ora a favor ora en contra, aprendemos y recitamos fórmulas y conjuros que llenen la vacuidad de la vida corriente. ¡Oh Dios! Sin ver nunca tu rostro me siento ahogado bajo el peso de la obediencia.

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