Supe de la sensatez y la recursividad de aquel hombre cuando dijo:
-Nunca entraría solo a un laberinto, y jamás sin una pala.
Obvié -y aspiro que usted también lo haga- el hecho de que en el caso hipotético de que el suelo del laberinto fuera adoquinado, pues la perfección no existe en el mundo.
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